"Para no olvidar"

19/12/2008|
Para no olvidar
Escribe Florencia Mascioli

Un nuevo 20 de diciembre se nos apodera del calendario y sacude la memoria de todos y cada uno de nosotros. Imposible hacer a un lado una fecha en la que un país entero se jugó. Y estalló.
Descontento, decepción y esperanza. Términos que resumen el estado en el que el pueblo argentino se lanzó a batallar. A luchar contra un gobierno cuyo accionar había dejado de beneficiarlos hacía tiempo. Medidas económicas tales como la Ley de Convertibilidad y las restricciones al retiro de los depósitos bancarios -a lo cual se conoció como el corralito- hicieron del pueblo la conjunción letal que acabó con el gobierno de turno. Pero antes del fin, la democracia les abrió el telón. Y el pueblo actuó.
La flecha de los argentinos se lanzó, en un principio, hacia un blanco interno: hacia el mismo pueblo, para contrarrestar los futuros y a su vez venideros efectos de la crisis que se estaba gestando. Supermercados de distintos puntos del país fueron el blanco preferido por aquellos cuyas carencias económicas eran grandes, y cuyo objetivo respondía a asegurarse el pan en medio de tanta ausencia. No sólo los productos alimenticios fueron los elegidos -o tal vez, y empleando un término más abarcativo, avasallados- por la gente. Bazar, limpieza y electrodomésticos también formaron parte de los constantes, atemorizantes y desestabilizadores saqueos de los que una nación entera fue víctima y testigo.
¿Con qué objetivo? Por un lado, expresar descontento y repudio hacia un nuevo accionar político-económico que ponía límites en las extracciones en efectivo de los sueldos y aglutinaba el presente. Y por otro lado, protegerse de la inestabilidad que corrompía el espíritu navideño al que todos hicimos, al menos aquella vez, a un lado.
Pero, para no perder la costumbre, la expresión trajo represión. Y mucha. Tanta, que entre reclamos y protestas, entre gritos y promesas, treinta y nueve personas perdieron la vida. Sin exagerar, podría decirse que otra nueva decisión -para paliar la lucha civil- hizo estragos. Y no sólo en las vivencias y recuerdos de los protagonistas esto se hace presente. En la mente de todos, se nos viene a la memoria alguna imagen que la televisión, Internet o algún diario decidió mostrar.
El pueblo fue testigo y protagonista. Se unió casi en cadena y retó a las autoridades. Y sin obtener respuesta más que la evasión, entre medio de tanto alboroto ciudadano y de incertidumbre, se lanzó en masa. Marchó -desde aquella vez y aún lo hace en nuestros días- por las calles argentinas agitando cacerolas para hacerse escuchar, una vez que el presidente había decretado el estado de sitio para desentenderse de la situación. Pero ni el ruido incesante de un pueblo herido logró conmover al Gobierno.
Caballos y policías atentaron contra la libertad de reclamo de un pueblo que, tras proponerse la lucha pacífica -en un principio- obtuvo como respuesta la indiferencia de un gobierno que ni asomaba la cara. Pero lo que sí se hizo ver, fueron las armas de los que se creyeron poderosos y actuaron "acatando las órdenes".
La huida de la Casa Rosada que lo vio gobernar, fue la respuesta que el presidente Fernando De la Rúa eligió como método de acción política. Y la gota que rebalsó el vaso fue abandonar la presidencia de un país escapando por la puerta de atrás. Algo así como dar la espalda... a quienes confiaron en él.
La inestabilidad se propagó en todos los ámbitos. En la política, Ramón Puerta que se había hecho cargo de la Cámara de Senadores el 10 de diciembre, ese 20 asume la presidencia de la nación. Y unos días más tarde -exactamente tres- hace lo mismo Adolfo Rodríguez Saá. Una semana fue el lapso en el que estuvo a cargo de la nación más inestable en ese entonces. La falta de apoyo político, producto de haber anunciado que cancelaría el pago de la deuda externa y que sería devuelto el dinero sustraído a la gente, hizo que el 30 de diciembre, debiera renunciar. Y ya comenzando un nuevo año, más precisamente el 2 de enero de 2002, Eduardo Duhalde asumió la presidencia del país.
Así, inestable, sorpresivo y contundente, fue el 20 de diciembre que una vez más agazapa el calendario y nos trae a la memoria algunos recuerdos de los que cuesta desprenderse. Deberíamos alegrarnos de que hace siete años, un pueblo entero logró deponer de la cima a quien no escuchó sus reclamos. Pero deberíamos no olvidar, también, y repensar, que siempre el logro civil es a costa de la muerte y del dolor, en vez de ser a través del diálogo.

Florencia Mascioli tiene 20 años, terminó de cursar segundo año en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata

Amiga linda, sos un orgullo para todas nosotras.



Comentarios

Buen Destino ha dicho que…
Muy bueno. Me había olvidado de leerlo y, andá a saber porqué, lo acabo de hacer. Seguí escribiendo!!

Besos

Nacho

Entradas populares